Editorial Nº 924

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Imagen: Dani Vázquez. CC BY-SA 2.0

 

La antigüedad de la profesión de notario a nivel mundial es indudable, pero sus funciones han ido variando con el tiempo y son tan vastas que no hay una legislación concreta que las pueda definir en su totalidad. Por otra parte, las leyes han ido aumentando los requisitos para ser notario y estableciendo nuevos para proseguir su ejercicio. Podemos afirmar que las funciones que el notariado cumple hoy son más importantes que las que cumplía en el pasado. No nos cabe duda de que los primeros sorprendidos en apreciar lo que ha llegado a ser el Colegio en estos ciento cincuenta años serían los dieciséis fundadores, especialmente si se tiene en cuenta el momento y las circunstancias que debieron afrontar.

La labor notarial comienza con la aparición de la escritura. Antes, lo más parecido a un notario sería posiblemente un testigo con la más alta calificación. El trabajo de los escribanos de la Ciudad de Buenos Aires aparece en sus orígenes vinculado directamente con la organización judicial. Su tarea se regía por las leyes españolas y, luego, por los decretos de los gobiernos patrios.

Nuestro Colegio tiene un prestigio adquirido que se remonta a ciento cincuenta años y que es consecuencia de la tarea realizada tanto en la actualidad como en el pasado. El prestigio es algo muy diferente a la imagen; el primero es resultado de una trayectoria, mientras que la imagen puede ser algo efímero, incluso un transitorio producto de la publicidad. Los escribanos debemos seguir manteniendo este prestigio para las generaciones futuras, ya que hoy es el pasado del mañana.

No obstante, lo que queremos remarcar es la decisión de un grupo pequeño de escribanos de crear una institución que durante tanto tiempo se afianzó, creció y cambió hasta convertirse en una parte importante de la historia de nuestro país.

Probablemente alguno de ellos tuvo dudas al momento de firmar el acta de constitución y se preguntaría si el Colegio podría mantenerse en el tiempo o si era el momento adecuado para semejante decisión. No sabemos si alguno imaginó la proyección que tuvo. Lo importante es que lo fundaron, y hoy existe.

 

La figura de José Victoriano Cabral

El primer presidente y fundador de nuestro Colegio fue don José Victoriano Cabral, quien trabajó durante cincuenta años consecutivos como escribano, tal como hemos hecho muchos de nosotros. Hijo y nieto de notarios, tanto él como su familia ejercieron como escribanos por un periodo que abarca cerca de doscientos años. Su abuelo, José Luís Cabral Hernández, fue escribano de la Real Audiencia y alcalde de Buenos Aires, mientras que su padre, José Severo Cabral Gutiérrez de la Bárcena, fue escribano de cabildo de Buenos Aires.

José Victoriano estuvo a cargo del registro número uno, cuando toda la provincia era una sola jurisdicción. Dicho registro fue creado por Real Cédula en el siglo XVI, y allí se redactaron las actas del 25 de mayo de 1810, siendo su titular en ese momento el escribano Justo José Núñez (1805-1822).

 

Los hechos y los tiempos

Cuando analizamos un hecho del pasado, es bueno vincularlo con lo que sucedía en ese momento en el país y en el mundo. Ubicarnos en el contexto correspondiente es la única forma de dimensionar la importancia de un hecho. Volvemos a subrayarlo: quienes fundaron el Colegio lo hicieron en uno de los peores momentos de nuestra historia.

Para así tener una visión local y una visión global, vamos a intentar completar este análisis dividiendo situaciones, observando por un lado lo que sucedía en nuestro país y también lo que acontecía en otras partes del globo.

Nuestro país

En 1866, los argentinos vivían una crisis política, económica y de seguridad. A todo eso debemos sumarle que no había una definición clara sobre el ámbito geográfico que abarcaba nuestro país; las dos terceras partes de la superficie se podían considerar territorio indígena, concretamente casi todo el sur y gran parte del norte. Los araucanos, tenían su campamento principal en Salinas Grandes, previo exterminio de otras tribus de la zona; por otro lado, había un territorio ranquel y los malones eran tan frecuentes que el Gobierno dispuso defender las estancias y poblaciones de frontera.

Como si esto fuera poco, en 1865 comenzó la Guerra de la Triple Alianza con el Paraguay. El mayor peso de la contienda recayó sobre la provincia de Buenos Aires, y las peores batallas de esta guerra se produjeron durante el año en que se fundó el Colegio. 1 En Curupaytí muere Dominguito Sarmiento y el hijo del vicepresidente de la Nación, Marcos Paz. También pierde el brazo derecho el que fue el pintor de esa guerra, Cándido López. 2 La batalla fue tan sangrienta, que prácticamente detuvo la guerra por dos años. Los cuatro países se desangraban y, para empeorar las cosas, los soldados que volvieron del frente en 1871 trajeron a Buenos Aires una epidemia de fiebre amarilla, que causó miles de víctimas (unos años antes habíamos tenido otra de cólera). A fines de diciembre de 1867, el vicepresidente en ejercicio de la presidencia, Marcos Paz, cae enfermo de cólera y muere. El mismo año, pero en abril, se libra el Combate de Pozo de Vargas contra Felipe Varela. Fue la primera y última gran batalla entre caudillos del interior y el recientemente creado Ejército Nacional. 3 En 1870 matan al general Urquiza en el Palacio San José, Entre Ríos. Luego se comenzó con la zanja de Alsina y más tarde llegó la Campaña del Desierto.

La situación era tan complicada que es dable pensar que quizás alguno de los fundadores, al momento de firmar el acta de constitución, tendría dudas sobre la supervivencia del Colegio. Sin embargo, hay muchas cosas en la vida que el coraje y la voluntad de trascender pueden cambiar; es una ventaja que tiene el ser humano sobre los demás seres vivientes: la facultad de crear lo que no existe.

La moneda

En los años 1864 y siguientes, hubo en nuestro país una verdadera anarquía monetaria. Circulaban billetes emitidos por bancos privados y públicos, y otros emitidos con autorización provincial por bancos pertenecientes a particulares. Los billetes emitidos con autorización por estas entidades privadas eran redimibles en plata boliviana. Vivíamos un verdadero desastre. También circulaban billetes que eran inconvertibles en oro o plata. Eran los llamados pesos en moneda corriente.

En 1866, año de fundación del Colegio, se emitieron las primeras “notas metálicas” con denominaciones expresadas en pesos fuertes. En esos momentos había tres monedas distintas circulando: el peso fuerte, el peso corriente y el peso en plata boliviana. La mayoría de los billetes emitidos por los bancos privados podían ser canjeados a la vista o sea con la sola presentación, por monedas de plata boliviana, lo que terminó al poco tiempo y no de buena manera. Hemos visto ejemplares con “no a la vista” escrito en el dorso, con la firma del gerente o directamente se tachaba la disposición “pagaderos a la vista” en el mismo billete.

Entre los que emitieron billetes con respaldo plata estaba el Banco Mauá y Cía., que terminó sus operaciones en 1872. El Banco de Londres y Río de la Plata empieza a hacer lo mismo en su sucursal Rosario; en 1866 emite billetes en plata boliviana y en pesos fuertes. Otro banco que se suma es el Banco Argentino, en 1866, y el Banco Entrerriano, que comenzó a operar en Concepción del Uruguay emitiendo billetes. Lo mismo hizo el Banco Paraná, también fundado en 1866. El Banco J. Benítez e hijo, instalado en Gualeguaychú, lanzó su primera emisión en 1867. De esta última ciudad también era oriundo el banco Oxandaburu y Garbino, que emitió pesos fuertes y en plata boliviana. Hubo siete u ocho bancos más en Córdoba, Tucumán, San Juan y Mendoza. Al principio y por un corto tiempo conservaron su valor, luego se fueron devaluando. De 1867 a 1876 el peso moneda corriente se pudo cambiar por oro, en el Banco de la Provincia de Buenos Aires, práctica que se terminó en mayo de 1876 cuando el banco tuvo una corrida cambiaria que lo dejó sin oro.

El Colegio estuvo poco operativo durante esos años. No se nombraron nuevos presidentes y en 1876 retoma el cargo formalmente José Victoriano Cabral. No es difícil deducir que esto se debió a la Guerra del Paraguay (1865-1870), más las epidemias de cólera y fiebre amarilla, que exterminaron entre el 8 y el 10 por ciento de los pobladores de la ciudad. La enfermedad empezó a ceder a partir de abril de 1871. En pocos días abandonaron la ciudad miles de habitantes; de una población de alrededor de 180.000 personas quedaron solo 60.000. 4 La enfermedad fue traída por soldados que regresaban de la guerra. En Corrientes, donde comenzó la epidemia, murió el porcentaje de la población más alto.

El rey de la Patagonia

También en esos años andaba dando vueltas por nuestro país, con intermitencias, un autonombrado “rey de la Patagonia”, Orélie Antoine de Tounens, un francés que, según algunos autores, era abogado.

Probablemente fue enviado aquí por Napoleón III, quien intentó y consiguió aumentar de una manera increíble las posesiones francesas en América, Asia y África (con los años, perdieron Tailandia, Vietnam y África). Francia también trató de apoderarse de México. Probablemente estuvieran interesados en la Patagonia y ayudaron a Orélie Antoine a crear el Reino de la Araucanía y la Patagonia (también denominado Nueva Francia). Era un proyecto demasiado grande y costoso para ser el producto de un individuo sin mayor trascendencia. El supuesto reino ocupaba parte de la Argentina y el sur de Chile. Aunque ningún Estado lo reconoce, consiguió el apoyo de tribus araucanas.

Antoine de Tounens se autoproclama rey en 1860, con el nombre de Orllie Antoine I. Establece como límites de su reino el río Bio-Bío en Chile, el océano Atlántico por el este, abarcando desde la mitad de la provincia de La Pampa hasta el estrecho de Magallanes. Su mapa no incluye lo que es hoy Tierra del Fuego. Promociona su aventura en Europa y algunos empresarios financian un segundo viaje, realizado a finales de 1869. Es recibido por Calfucurá, quien le arregla una reunión en Buenos Aires. Intenta nuevamente ingresar en 1874. Imprime monedas (de cobre y de plata) y las trae en cajones para ser utilizadas en su reino. En 1876, pide tierras en Choele Choel, pero ya se ha decidido la Campaña del Desierto. También crea una bandera y un escudo e inviste con cargos a varios jefes tribales. Evidentemente, alguien más aparte del emperador lo acompañó en esta aventura, porque las monedas son de 1874 y Napoleón III fue destituido en 1870 y murió en 1873. De cualquier modo, sin algún apoyo muy importante no podría haber constituido la sociedad llamada Nueva Francia y lanzar en circulación un empréstito por treinta millones de pesos.

Sucesos de esa época en el exterior

Napoleón III fue el primer y único presidente de la Segunda República Francesa en 1848, y luego, en 1852, se convierte en el segundo emperador de los franceses; fue el último monarca que reinó en Francia y posiblemente tuvo mucho que ver con la aparición de este rey de la Patagonia.

En 1864, nombra emperador de México al archiduque Maximiliano de Austria y lo envía junto con tropas a hacerse cargo de ese territorio. En 1867, Inglaterra y España convalidan a Maximiliano en el cargo. En junio de 1867, el archiduque es fusilado en Querétaro, México.

Napoleón III conquista zonas en África, está vinculado a la construcción del canal de Suez y pretende construir lo que luego devino en el Canal de Panamá, a través de Nicaragua. Incursiona en Indochina y en lo que luego se convirtió en Laos, Camboya, Vietnam, y Tailandia, estableciendo una colonia francesa.

En 1865 termina la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, se declara la libertad de los esclavos y Abraham Lincoln es asesinado. Los galeses llegan a Argentina.

En 1866 la armada española bombardea el Callao, en Perú y el puerto chileno de Valparaíso.

Concluimos que, con todos estos sucesos, no debió ser fácil la decisión de crear el Colegio. Era un grupo reducido de dieciséis personas, había una guerra, una epidemia de cólera, fiebre amarilla, una mala situación económica, los bancos quebraban, las monedas se enterraban, España bombardeaba puertos vecinos… Podrían haberlo postergado, pero lo fundaron y hoy lo tenemos. Gracias a ellos y a los que los siguieron.

Para muchos, el Colegio es hoy algo incorporado y naturalizado; pocos se detienen a pensar cómo llegamos hasta aquí.

 

El Nº 924

Para este número especial de la Revista, que conmemora el 150º aniversario de nuestro Colegio, contamos con artícu­los de María Acquarone, Ezequiel Cabuli, José Carminio Castagno, Eleonora Casabé, Natalio Etchegaray, Cecilia Herrero de Pratesi y Mario Szmuch, todos ellos reconocidos notarios de nuestra ciudad y el país. Nuestro agradecimiento, entonces, para todos ellos por su valioso aporte a esta edición tan significativa de la Revista.

 

Nos despedimos afectuosamente hasta el próximo número.

El director

 

Notas

1. Esteros de Bellaco, Tuyutí, Boquerón y Curupaytí (1866).

2. Luego aprendió a pintar con el brazo izquierdo. La mayoría de sus cuadros están en el Museo Histórico y hay varios en la planta baja del Museo de Bellas Artes.

3. Texto parcialmente tomado de los capítulos 1 y 2 de Historia del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires (publicada en Revista del Notariado, Nos 917, 918, 919, 920; y luego editada en formato libro [ver aquí]).

4. Molinari, Ricardo Luis, Buenos Aires. 4 siglos, Buenos Aires, TEA, 1980.

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